lunes, 17 de enero de 2011

Leyenda de la capilla de San Onofre ( De las Ánimas )

Leyenda de la capilla de San Onofre ( De las Ánimas )
En la misma Plaza Nueva, si nos situamos de espalda al ayuntamiento,  a nuestra izquierda, nos encontramos con la Capilla de San Onofre.
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Esta pequeña capilla barroca es, junto con el arco del Ayuntamiento, el único resto actual del ya desparecido convento Casa Grande de San Francisco, antiguo edificio religioso que ocupaba toda la superficie de esta plaza así como una buena parte de sus inmediaciones, y que fue  derribado durante el siglo XIX. El derribo de 1840 también afectó a las dependencias de la capilla, al desaparecer su Hospital de Ánimas y la Sacristía o casa del capellán. La capilla es del siglo XVI, y la funda en 1520 la Hermandad de las Ánimas de San Onofre con la finalidad de celebrar misas por las ánimas del purgatorio.
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Leyenda
En esta capilla ocurrió el suceso que a continuación se relata.
Un caballero llamado Juan de Torres, tras haber llevado una mala vida , quiso enmendarse, y entró de lego en el convento de San Francisco.
Entregado a la penitencia, tras hacer los oficios más humildes del convento, dedicaba sus escasos ratos libres a irse a la iglesia a rezar, y a veces, a media noche, abandonaba su celda, y se iba al templo, donde se entregaba a la meditación.
Una de estas noches, precisamente la del dos de noviembre, conmemoración de los Fieles Difuntos, encontrándose el lego en la capilla de San Onofre, oyó que alguien entraba, y vio con sorpresa que un fraile de su misma orden, se acercaba al altar, pasaba a la sacristía y volvía a salir al poco rato, revestido como para oficiar la misa. El fraile depositó el cáliz, se situó ante el altar, miró hacia los bancos, dio un gran suspiro, y recogiendo el cáliz, sin haber dicho la misa, se volvió a la sacristia de la que salió a poco, ya sin revestir, y cruzando la iglesia desapareció.
El lego quedó sorprendido al observar tan extraño comportamiento del fraile que se revestía y después no decía la misa.
A la noche siguiente, y una tercera más volvió a repetir el mismo extraño hecho. Llegó el fraile, se revistió, se acercó al altar y después se retiró sin oficiar.
El lego, comprendiendo que algun misterio se ocultaba tras este suceso, se lo comunicó al prior del convento, el cual le dijo:
-Si vuelve a ocurrir lo mismo, acérquese al fraile y ofrézcase a ayudarle la misa.
En efecto, una noche más, el fraile apareció junto al altar con el cáliz en la mano y revestido con los ornamentos. Entonces el lego, saliendo de la oscuridad del rincón donde solía estar haciendo sus oraciones , se acercó al fraile y le dijo:
-¿Quiere su paternidad que le ayude a la misa?
El fraile no contestó, pero inició entre dientes con voz casi ininteligible las primeras palabras del Santo Sacrificio.
 
El lego comprendió que se las había con un aparecido, pero como había sido caballero y hombre de armas, no sintió miedo, y manteniendo firme la palmatoria con la vela encendida sin que le temblase el pulso, siguió respondiendo al oficiante.
Por fin terminó de decir la misa, y cubriendo el cáliz lo puso en la mesita de la sacristía donde se despojó de la casulla y ornamentos, y volviéndose al lego le dijo:
-Gracias, hermano, por el gran favor que habéis hecho a mi alma. Yo soy un fraile de este mismo convento, que por negligencia dejó de oficiar una misa de difuntos que me habían encargado, y habiéndome muerto sin cumplir aquella obligación, Dios me había condenado a permanecer en el purgatorio hasta que satisfaciera mi deuda. Pero nadie hasta ahora me ha querido ayudar a decir la misa, aunque he estado viniendo a intentar decirla, durante todos los días de noviembre, cada año, por espacio de más de un siglo.
Y tras estas palabras el fraile desapareció para siempre. 
Este suceso ocurrió según cuenta la crónica de dicho convento en el año 1600.
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